viernes, 13 de febrero de 2015

UNA GUÍA DE LECTURA

A comienzos del curso pasado, una profesora de Filosofía de nombre Carmen se puso en contacto con el autor. Le dijo que había leído La sonrisa del ahorcado durante el verano y que había decidido que lo leyeran también sus alumnos de Bachillerato. Arguyó razones programáticas y deslizó conceptos como Destino, Voluntad, Azar, Juego, Verdad o Muerte, que según ella estaban perfectamente diseminados en las páginas del libro y le parecían sumamente rentables en el desarrollo de sus clases. Ya en la primavera, el autor impartió sendas charlas a dos grupos del IES Marqués de los Vélez, de El Palmar (Murcia).
Ahora, otra profesora -Isabel Martínez, esta de la asignatura de Lengua y Literatura- ha ultimado una "Guía de Lectura de La sonrisa del ahorcado", con la que se propone explorar y explotar junto a sus alumnos otras posibilidades del volumen, sean los estrechos márgenes entre la Realidad y la Ficción, entre la Vida y la Literatura, sea el aprovechamiento de las diversas técnicas narrativas que componen la serie, sea la invitación a crear textos nuevos partiendo de interesantes propuestas de taller.
Quien sienta curiosidad o albergue algún interés al respecto puede dirigirse a la cuenta de correo ecce.homo.1888@hotmail.com, y a la mayor brevedad recibirá la Guía de Lectura en formato pdf.

jueves, 1 de mayo de 2014

CUARTA RESEÑA (por Pedro Amorós)

Ya estaba bien avanzada la década de los ochenta del siglo pasado cuando tuve la fortuna de conocer a Pedro López Martínez, un joven culto, lector voraz y poeta incipiente de Moratalla, un pueblo situado en los confines de la región murciana. Dedicado plenamente a la lectura y la escritura, por aquel entonces López Martínez avanzaba viento en popa en sus estudios de filología, mientras yo terminaba mis estudios de historia antigua y empezaba a probar en el mundo del cine escribiendo guiones que no llegarían a ninguna parte. Recuerdo vivamente todavía hoy los cuadernillos donde el escritor de Moratalla recogía con particular obsesión las citas más ingeniosas y extraordinarias de los escritores de otras épocas. López Martínez tenía ya por aquel entonces el aire de un hombre minucioso, riguroso, detallista en su trabajo. Todo ello, evidentemente, se ha trasladado con el paso del tiempo a sus libros. El transcurrir de los años me permitió leer algunos de sus poemarios, que él atentamente me regaló y que yo, celosamente, guardo en mi biblioteca (Imágenes de archivo; Necedarius, viceversas, etc.). Interesado desde siempre por la literatura erótica española, López Martínez trabajó muchos años sobre este tema, que fue el objetivo de su tesis doctoral. Recuerdo también que, durante la década de los noventa, si por casualidad nos veíamos alguna vez no faltaba una conversación en la que se mezclaban de forma inverosímil su pasión por la literatura erótica y mi interés por Platón, tema de mi tesis.

Han pasado los años y nuestros caminos se han cruzado otra vez. Mientras yo entrego a López Martínez mis últimos libros, el escritor de Moratalla me ofrece su primer trabajo publicado en narrativa de ficción. Se trata de una colección de cuentos que abarca desde 1987 (más o menos la época en que nos conocimos) a 2012 y que responde al sugerente título de La sonrisa del ahorcado (Círculo Rojo, 2013). Ya antes de empezar la lectura me imagino que voy a transitar por caminos pocos trillados. El afán de López Martínez por buscar nuevas formas de expresión narrativa, por jugar con un lector atento a través de ejercicios literarios le delata desde las primeras páginas. La pregunta que me planteo desde un principio es si el tono de los cuentos va a ser siempre el mismo o si voy a observar una evolución en el estilo del autor en una colección que abarca nada menos que veinticinco años. Al finalizar la lectura del libro constato que, aunque hay una serie de temas que se repiten y obsesionan al escritor, se puede apreciar en el tono de los cuentos, que no sé si realmente guardan una secuencia cronológica, una constante búsqueda de estilo. Es como si López Martínez, imbuido de la herencia de la tradición castellana, tratase en algunos cuentos de remedar el gran estilo de nuestros clásicos, mientras que al mismo tiempo en otros relatos diese la impresión de caminar hacia un lenguaje más sencillo, más desnudo y menos retórico o afectado.

Lo que no cabe duda es que López Martínez emplea toda una serie de recursos literarios para mantener en vilo al lector. Los artificios que despliega en los cuentos son numerosos, desde el monólogo interior hasta los cambios de punto de vista dentro de la narración. El autor convierte la literatura en una suerte de diálogo, de juego, entre el lector y el narrador, de tal modo que ciertos cuentos se asemejan a un artificio o engaño. Asistimos, así pues, a ciertas piruetas en el transcurso de los relatos, giros imprevistos, sorpresivos finales. Casi como una premonición y quizá con cierta ironía, en “Cartas al director” leemos que aquello que escribe un incipiente escritor son “irregulares ejercicios de estilo”. ¿Acaso está hablando el autor de sí mismo? No creo equivocarme, en todo caso, si afirmo que uno de los grandes logros de La sonrisa del ahorcado es la sutileza con que López Martínez mezcla literatura y vida, autobiografía y ficción. Da la sensación de que el autor ha creado un tipo de personaje que se repite en muchos relatos, un individuo que camina por las calles de la ciudad divagando con sus pensamientos, quizá precisamente en búsqueda de una historia que contar, como ocurre en “Esa hora imprecisa”, en “Tentativas” o en “Mejor así”. Es un ejercicio propio de la modernidad, ante la incapacidad para contar historias al estilo tradicional, que obliga a transitar por nuevos caminos. El autor busca historias en la observación de la realidad cotidiana, basándose a veces en pequeñas anécdotas unidas por el azar (un matrimonio, un asesinato, un accidente, el lanzamiento de un penalti…), lo que resulta bastante evidente en el bloque de cuentos que titula “Casualidades de la vida”, encabezado por un párrafo que luego repite en “Instante” y en el que se lee algo así como que el destino “manda y de mandarín ejerce”. En este entramado de cuentos llenos de veladas referencias personales, que parecen muy cercanos y narran acontecimientos contemporáneos, llama la atención la presencia de varios relatos (en el inicio de la colección), concretamente “Monólogo en seis tiempos”, “El giro inverosímil” y “El último tren”, que se sitúan en el pasado, seguramente en época franquista, y que presentan ciertas similitudes tales como el primitivismo de la historia, las repeticiones estilísticas, el tedio y el aburrimiento de la época, la educación en el sacrificio y la resignación, y la idea de suicidio. En estos cuentos a decir verdad se presenta la vida como una larga espera sin demasiado sentido.

Uno de los temas que recorre la obra de López Martínez es el problema de la identidad y la necesidad de la memoria. En “Aunque sé que es inútil” se habla de “la tragedia terrible de un hombre que no tiene recuerdos”. En “El arte y la vida”, por ejemplo, donde se funden el amor y la poesía entre dos jóvenes amantes, sólo la memoria permite al protagonista recrear la relación erótica. Pero el recuerdo del pasado no se trata en los cuentos con efectos nostálgicos y melancólicos. Yo diría que prevalece la ironía, como ocurre en cierta historia que narra el encuentro con antiguos compañeros de facultad una vez pasados los años. La obsesión por los recuerdos y la identidad personal conduce al autor a un pequeño discurso sobre la legitimidad de la memoria en “Dietario de Juan”, cómo posiblemente vamos construyendo el pasado a nuestra entera voluntad, creando un palimpsesto que a veces oscurece o tergiversa la supuesta realidad. Este discurso sobre la memoria individual es fundamental porque entronca con la esencia de la construcción literaria en los cuentos de López Martínez. Nos estamos refiriendo evidentemente a los límites de la ficción. En “La obra maestra”, por ejemplo, un escritor que está escribiendo una novela se enreda él mismo en la tragedia de sus personajes; y en “Porque hoy era jueves”, un profesor tiene un sueño y realmente no sabemos si permanece en la cama o está impartiendo clase en las aulas. De forma usual, por tanto, se difuminan las fronteras entre la realidad y la ficción en La sonrisa del ahorcado. En ocasiones, el autor maneja unos códigos que es necesario desentrañar, lo que obliga al lector a involucrarse en el texto, como ocurre en la página en blanco que sucede a “La atracción de las palomas”, que invita a la reflexión y excita la imaginación del público (si se ha percatado del asunto), más aún cuando, más adelante, comprobamos que en un cuento titulado “El curioso caso de la página en blanco” se repite en la ficción lo mismo que ocurre en realidad en La sonrisa del ahorcado, es decir, la desaparición de un cuento en la colección, lo que, al mismo tiempo, permite al autor plantear el tema de la imposibilidad de reproducir un texto que ha desaparecido, la incapacidad para transmitir íntegra y fielmente la memoria pues “la literatura no es sólo historia y contenido, sino que es, antes que ninguna otra cosa, la forma de contener y de transmitir una historia”. No sorprende, por lo demás, que las frecuentes reflexiones sobre la escritura que desgrana el autor en estos cuentos sean una prolongación de una visión del mundo que privilegia la literatura y el arte sobre la mercaduría de nuestros días. Por eso, al finalizar estas líneas, me emociono al comprobar que nuestros caminos –el de López Martínez y el mío- se han cruzado nuevamente gracias a la literatura, gracias a La sonrisa del ahorcado.

Pedro Amorós Juan

viernes, 25 de abril de 2014

EL PRÓXIMO DÍA

Hay clubes taurinos, de fumadores, de la pipa, de amigos del rifle, de las nubes, de la bicicleta, de vehículos antiguos, de las orquídeas, del cocido, de la pesca en kayak... Y es maravilloso que en los últimos años hayan proliferado en algunos pueblos y barrios, al abrigo de la biblioteca pública o por iniciativa singular, esos modestos encuentros de mujeres y de hombres que acuerdan leer un libro y que luego se reúnen para hablar de él, de lo que han encontrado en sus páginas, de lo que les llegó de la historia y de lo que no acertaron a captar, de lo que les había sugerido un párrafo o un fragmento, de lo que no está escrito.
Ayer acudimos a una de estas reuniones para compartir experiencias con la decena de miembros del Club de Lectura "El Próximo Día", de Torre-Pacheco, monitorizado o dinamizado o simplemente moderado por el entusiasmo de Carlos Elizalde. Comentamos de tú a tú, sin ninguna solemnidad ni preeminencia, alrededor de una mesa en la que no faltaron una botella y unas pastas, confundidos el autor y los lectores en el soberano placer de la tertulia que se iba generando a partir de los cuentos de La sonrisa del ahorcado, de su variedad de registros y motivos, de su estela de obsesiones. Cuando nos levantamos y miramos el reloj nos pareció imposible que hubieran transcurrido más de dos horas.


jueves, 13 de marzo de 2014

BOTÓN DE MUESTRA

Es probable que el filósofo Nietzsche, en su postrer delirio en las calles de Turín, se abrazara a un caballo golpeado para censurarle a Descartes que los animales carezcan de alma, postura que defendía el galo; o bien para significar en una escena inmortal su divina irreverencia, como si, harto de los hombres y de la estupidez de su látigo, se postrara ante la inocencia y la fidelidad de la bestia.
A saber por qué, en la cima de esa estadística deliciosamente subjetiva de los cuentos del volumen que más han llamado la atención de los lectores se encuentra este:


NIETZSCHE Y SU AMO

            Cerró la puerta con dos vueltas de llave y al girarse vio la sombra de su propia imagen en el espejo del mueble del recibidor. El perro, su perro –un perro de dos años que respondía a la llamada de Nietzsche–, se adelantó discretamente a lo largo del pasillo y luego se detuvo en el umbral de la cocina sin atreverse a entrar. Su amo se dijo que no podía tener hambre a esas horas, no puedes tener hambre a estas horas, dijo, y lo dijo con el desgarro dulce de quienes cultivan el hábito de hablar a los animales, como si, lejos de reprenderlo, lo aleccionara en su conducta futura, y eso pese a que él sabía que su Nietzsche siempre hacía lo mismo cuando regresaban de la calle: adelantarse por el pasillo y detenerse en el umbral de la cocina sin atreverse a entrar. El movimiento de la cola era casi cómico contemplado así, desde atrás, a una distancia de varios metros y desde esa perspectiva oblicua, o forzosamente oblicua –salvo en el caso de niños muy pequeños y de accidentados en silla de ruedas–, que se impone en las relaciones entre los perros y sus amos.

            Con mucho cuidado se quitó los guantes y los zapatos en el cuarto de baño, cerciorándose de que no guardaban restos de nada. Erigió un montón informe con los pantalones, los calcetines, la camisa, el jersey de lana y los calzoncillos, y en un abrazo lo llevó todo al depósito de la lavadora, que fue accionada en su programa más largo. Y si a la vieja de arriba le molesta, pues que se joda como yo me jodo cuando le traen a los nietos el domingo por la mañana, dijo mientras buscaba los ojos y la complicidad de Nietzsche. Sin pretenderlo, se volvió a ver, ahora completamente desnudo, en el espejo del mueble del recibidor, pero la imagen de su propio cuerpo se mezcló con otras que lo perseguían sin sosiego desde las primeras horas de la tarde, así que agarró su sexo erecto y se masturbó y eyaculó sobre las losas como los dotadísimos héroes de sus películas. El cuerpo rejuvenecido se metió bajo el agua fría de la ducha, se enjabonó hasta tres veces y hasta tres veces se quitó la espuma de la cabeza, de las axilas y del pubis. Eran más de las doce; se comería un bocata de cualquier cosa y se bebería una lata de cerveza delante del televisor, desnudo siempre, compartiendo con Nietzsche una cinta alquilada en el videoclub para todo el fin de semana: La orgía atómica.

            Así fue, salvo que no había previsto volverse a masturbar a los veinte minutos de ponerla; así que se aburrió, la quitó, sintió un principio de sueño y decidió fumarse el último cigarrillo antes de apagar la tele y dejar de jugar con el mando. La oferta era malísima a pesar de ser viernes. El canal regional, por ejemplo, emitía un programa estúpido desde una especie de bar de copas muy cutre donde todas las chicas sonreían como putas y todos los chicos las emulaban como cabrones. De pronto el presentador dijo que no nos moviéramos, que volverían después de una breve pausa, que no los dejáramos con toda esa marcha en el cuerpo. Entonces se adueñó de la pantalla el rótulo AVANCE INFORMATIVO y enseguida un viejo con ojeras afirmó delante de un micrófono anacrónico que se habían producido ciertas novedades en el caso de las últimas violaciones, y que desgraciadamente la víctima más reciente, la de esta tarde, tampoco había podido salvar la vida; pero que en los aledaños del crimen se habían descubierto las pisadas de sangre de un perro y que el equipo de forenses ya las estaba analizando.

            El amo desnudo aplastó la colilla en la palma de su propia mano, miró a Nietzsche con lágrimas en los ojos y supo que la noche iba a ser muy larga para los dos.
  
De La sonrisa del ahorcado, págs. 111-112

miércoles, 8 de enero de 2014

SUCEDIÓ EN CARAVACA



 El acto, de cuya presentación, mantenimiento y demás detalles 
se encargaba Juan A. Piqueras, en efecto sucedió 
en Caravaca de la Cruz (Murcia) el 12 de diciembre de 2013. 
Esa misma tarde, muy a propósito, el autor de La sonrisa del ahorcado 
alimentaba su blog literario con una reflexión previa que tituló "Club de lectura". 
No disponemos, por ahora, de otro memorial gráfico.


miércoles, 26 de junio de 2013

RETALES Y RELATOS

De los treinta y tres títulos que configuran el volumen La sonrisa del ahorcado, hay seis que surgieron y cuajaron sin otra ambición que alimentar puntualmente el blog Retales de mi alforja, allá en el lejano 2008. Cuatro de ellos -"Nubes y claros", "La víspera", "El hombre" e "Instante"- se ganaron casi de forma inmediata la categoría de relatos, razón por la cual, pasado un tiempo, el autor decidió descolgarlos de la ventana en la que habían sido colgados para protegerlos de apropiaciones indebidas. Pero hay otros dos (en realidad tres, pues los dos primeros aparecen en el libro bajo el título común de "Tentativas") que el lector curioso puede rastrear aún en Internet, a modo de cata. Pinchando sobre sus títulos, regresaremos a la página en la que vieron su primera luz, sazonada con los comentarios que entonces suscitaron:

Relato hiperbreve

Novelón por entregas

DGZPRSANUECVBTLFÑOHIJQMXY

domingo, 9 de junio de 2013

EN EL PUEBLO

Sobre el escudo de Moratalla, de derecha a izquierda, 
la concejala de Cultura, el autor del libro y su presentador.

 
 Gustavo Romera refiere la curiosa peripecia de Pedro López 
cuando fue a recoger un premio a Lorca, en 1986.

 Cuarteto amigo de lectores que sonríen a la cámara.

Dos ejemplares de La sonrisa del ahorcado guardan silencio 
y escuchan con atención lo que se ha venido a decir sobre ellos.

No podían faltar a esta cita, y no faltaron.

lunes, 3 de junio de 2013

TERCERA RESEÑA (por Pedro Ibáñez)

El próximo viernes 7 de Junio se presenta en Moratalla “La sonrisa del ahorcado” (Cuentos 1987-2012), última obra del autor local Pedro López Martínez. Se trata de un volumen compuesto por los relatos escritos durante estos últimos años y que constituye su primer libro publicado ajeno a la poesía.
Historias protagonizadas por personajes variopintos, de todos los estratos tanto culturales como sociales, desde el obrero apenas alfabetizado hasta el escritor ganador del Premio Nobel. Pastores, estudiantes, empleados de supermercado, se sumergen en historias que buscan y necesitan de la complicidad del lector, historias ante todo bien contadas.
De temática variada y pese a la distancia temporal que separa sus primeros escritos de sus relatos más recientes, la ironía y el sentido del humor junto con los dilemas propios a la existencia humana son elementos comunes en el conjunto de ficciones propuestas por el autor.
Como aficionado a la lectura en general y particularmente a la novela y el relato se agradece la publicación de libros como éste, un libro que entretiene y satisface el deseo inmediato de la lectura, requisito para mí indispensable para conformar una buena colección de relatos.

Pedro Ibáñez
Onda Cero Noroeste, 01/06/2013

martes, 14 de mayo de 2013

EL ARTE DE LA IMPOSTURA

[…] Abrumado por su clarividencia, desarmado frente a una integridad ética fuera de lo común, intenté persuadirla de que sería una pena privar a los lectores futuros de un talento como el suyo. Ella, entonces, como si hubiese aguardado siglos para escuchar esas palabras en mis labios, me miró como a veces miran las mujeres de las películas y me habló así: no es talento, dijo, sino amor; si lo que escribo es bueno, lo es porque tú me inspiras, añadió, y precisamente porque tú eres lo único que me inspira, esa y todas las páginas que me sea dado escribir a tu lado a ti te pertenecen y a nadie más, son tuyas antes de que nazcan, y solo a ti compete el reconocerlas, admitirlas y presentarlas al mundo como tuyas, si ese es tu deseo. […]

Fragmento de Discurso del Nobel